II: Un sueño muy real

No podía creer lo que mis ojos me mostraban. Y aún así era... ¿Posible? Delante mía había un inmenso bosque, y con esa palabra no llego a describirlo bien. Eran los árboles más grandes que había visto en mi vida, ¿qué clase de árboles sería? Me eran extrañamente familiares, quizás los habría visto en algún documental, o... Quién sabe.
Todo era tan hermoso... Suspiré, me sentía demasiado bien. Un camino se abría paso entre tanta vegetación, me costaba pensar en otra cosa que no fuera lo maravilloso de ese paisaje. Era mágico, como si los mismos dioses lo hubieran creado y habían decidido colocarme allí para admirar su hermosa creación. Inspiré para llenar mis pulmones de ese aire, todo mi cuerpo temblaba de la emoción, y los ojos se me empezaron a llenar de lágrimas. Aún en el suelo cogí un poco de tierra y las restregué entre mis dedos, era suave al tacto, tenía un color un tanto anaranjado, no entendía de tipos de tierras así que no supe adivinar de qué material estaba hecho...

¿Dónde estaba? Reaccioné.

Y entonces me di cuenta de un pequeño detalle, veía cada hoja moverse lentamente con el viento, parecía todo muy vivo en aquel lugar, era perfecto... El lugar de mis sueños. Pero faltaba algo, había un vacío que hacía que sintiera una soledad inmensa.
Una corriente de aire más fuerte ante mis ojos pasó como si el mismo bosque sintiera mi preocupación, todos aquellos árboles se movieron agitados, y entonces, una pequeña ardilla apareció de entre unos arbustos persiguiendo una bellota que se había caído con el viento, se paró en mitad y me miró, era muy pequeña pero tenía un color rojizo que incluso brillaba con los pequeños rayos del sol que atravesaban el mar de hojas.
Cogió la bellota rápidamente temiéndome, y se volvió a meter en los arbustos. Di un paso con la intención de seguirla, pero en seguida me di cuenta de la estupidez que era perseguir un animal que posiblemente ya estuviera en la cima de algún árbol.

Entre esos pensamientos me di cuenta de lo que me hacia sentirme vacía, me incorporé lentamente un tanto mareada, miré hacia mis pies y di un paso partiendo una pequeña rama. Nada. Di una palmada... Y terriblemente horrorizada ante aquel descubrimiento, hablé.
No podía escuchar nada, ni siquiera podía asegurar que estaba viva ya que ni siquiera escuchaba mi propio corazón latir. ¿Estaba realmente en el cielo? ¿O es que me había quedado sorda?
Por primera vez desde que llegué a ese extraño lugar, tuve miedo, mucho miedo. Empecé a llorar cada vez más fuerte, la ansiedad de no poder escuchar podía conmigo. Y entonces corrí, sin rumbo, sin saber a dónde me dirigía, solo lloraba y huía como en las típicas películas de terror. Mi instinto me decía que cuanto más corriese sería mejor.
¿Cómo había llegado allí? ¿Era un sueño? ¿Qué estaba haciendo antes de todo este caos?
No podía recordar absolutamente nada, mi mente me decía que huyera, pero, ¿a dónde?
Llegué un momento en el que solo era consciente de mis pies dando uno y otro paso. No sabía a dónde iba ni cuánto había recorrido, pero una cosa estaba clara, y era que todo era igual, un camino sin fin.

Comentarios

Lo más leído

La vuelta hacia delante.

Regalos, regalos, regalos...

¿Egoísmo o cobardía?