Camino hacia... ¿Qué?

Cuando era pequeña siempre seguía a mi padre. Callaba, escuchaba y observaba. Nunca me preocupaba por nada cuando estaba a su lado, siempre tenía la solución. Esa tranquilidad que me trasmitía con solo la postura que adoptaba su cuerpo.
Aún recuerdo aparecer por la puerta y verlo frente al ordenador, recto, escribiendo, con el reflejo de la pantalla en sus gafas, él tecleaba a toda velocidad pero calmado, me saludaba y yo iba a darle un beso. 
Mi madre era más nerviosa, pero aún así también me trasmitía calma, aunque iba a lo loco sabía a donde iba, o por lo menos era eso lo que me hacía ver. Era un huracán que nunca paraba y revolucionaba a cualquier persona que se ponía a su paso.
Yo en cambio, tenía miedo, miedo de crecer y alcanzar aquello que llaman ser adulta. No sabía cómo hacerlo y nadie me enseñaba a serlo, nunca tuve una asignatura que se llamase Cómo ser adulta, o De niña a adulta o algo parecido. Cada vez que cumplía años, más miedo sentía, ¿cómo iba a poder hacer lo que hacían mis padres si ni siquiera sabía que hacían?

El momento llegó, no fue cuando cumplí la mayoría de edad, ni mucho menos, y tampoco importa el día o edad que tenía. Simplemente llegó. No fue ningún drama, ni noté que el mundo se abría ante mis ojos de una manera diferente, ni siquiera me di cuenta el día que pasó. Pero ahí estaba yo, sola ante el peligro y sin saberlo. Ya no seguía a mis padres, era adulta sin tener ni idea de qué era serlo. Y como no tenía ni idea empecé a hacer como si sabía a donde iba o de donde venía. Pretender que sabía. 
No nos confundamos, no intentaba aparentar ante nadie, porque eso me importa más bien poco, lo hacía para mi, creer en algo que no existe como muchas religiones hacen. Resultó que se me daba bien, o al menos eso pensaba. 
La gran mayoría de cosas que he hecho al principio no tenía ningún sentido, simplemente era algún impulso o corazonada, como el estar caminando por un sitio que no conoces y en vez de parar y mirar el mapa, girar en algún punto con decisión, creando un camino.

Al final siempre he llegado a casa sin mucho problema.


Comentarios

Lo más leído

La vuelta hacia delante.

Regalos, regalos, regalos...

¿Egoísmo o cobardía?