Montaña virgen.

Nunca lo di todo y simplemente me dejé llevar. Tal vez sea por ese devenir en el que me sumergí que nunca llegué a entender lo nuestro. Tampoco pregunté. Ahí estabas, hondeando una bandera de nuestro gran amor, o eso decías. Yo nunca vi aquella bandera, ni a ti en lo alto de la montaña, ni siquiera te vi subiéndola. 
Pero no lo negaré, ni tampoco pelearé, porque puede que al conocernos tu me describieses una montaña yo la confundiese por otra muy parecida y desde el principio mirásemos hacia lugares diferentes. O puede que no, que viésemos la misma montaña de puntos diferentes. 
Cualquiera de las posibilidades pueden ser válidas o pueden ser otras muchas variables. Quién sabe. 
Lo único que sé es que siempre dije que si y nunca pregunté ni aseguré. Hasta que se acabó, hasta que me cansé de ver una montaña solitaria. Montaña virgen de sentimientos, de amor, de gestos y esfuerzos. 

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