Juguemos a perdernos.

Aquella extraña mujer con sus extraños juegos un día se enamoró. Ella no supo en el momento qué pasó y ahora lo intenta recordar.

Todo empezó con un juego, un juego de miradas. Este juego, como todos los juegos a los que jugaba, solo ella sabía las reglas y solo ella sabía que estaban jugando. A ella siempre le parecía divertido dedicar diferentes miradas y esperar las diferentes respuestas. Y ese día, tan normal como cualquier otro, hubo una mirada que al tener tal intensidad ni siquiera entró en el juego, aunque nadie pareció darse cuenta.

El segundo día del enamoramiento fue cuando ella propuso a la otra persona jugar a su juego favorito. "Juegos a perdernos" dijo ella. Solo con esas palabras él enseguida aceptó. Y así, cogidos de la mano empezaron un juego que duraría por mucho tiempo...

   La primera fase del juego consistió en que ellos, tan juntos el uno del otro, desaparecían ante el mundo. La de historias que pasaron en aquellos lugares secretos que nadie podría encontrar.
   La segunda fase del juego consistió en que ella se escondía de él. A ella le divertía observale aterrado como intentaba encontrarla sin resultado. El mundo, que por fin era consciente del juego que se estaba dando, observaba pacientemente al desastre.
   La tercera fase del juego consistió en que él se escondía de ella. Por fin había aprendido a jugar tan bien. Y aunque cierto es que ella lo encontraba fácilmente, a veces sentía miedo por si no lo encontraba. El mundo, aún siendo espectador, reía pero sin poner comentario alguno.
   La cuarta fase del juego consistió en ver crecer el terror de ella porque ya no lo encontraba. Y es que él había dejado de jugar. El mundo esta vez le decía a ella que dejara de jugar, que él se había marchado. Pero ella nunca dejaba el juego.
El día en que ella se preguntó cuál fue el momento en que se enamoró fue cuando dejó de jugar.

Aquella extraña mujer de extraños juegos amó una vez, pero cuando se dió cuenta, el amor ya se había perdido.

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